El camino de la verdad
El primer contacto que tuve con el Bhagavad Gita fue en el año 2005, cuando estaba de visita en la casa de un amigo y encontré en su sala un par de libros relacionados con la filosofía del Yoga; uno de ellos era el Bhagavad Gita, texto que él había comprado hacía poco en un mercado de pulgas, y como unos años atrás yo había empezado la práctica de yoga me interesé, así que comencé a leerlo. En la introducción del texto se mencionaba que el Bhagavad Gita era una guia para el avance espiritual y la autorrealización, esto llamó bastante mi atención, pero cuando empecé el primer capítulo del libro encontré el diálogo de Arjuna y el señor Krishna en medio de un campo de batalla, en donde Arjuna le menciona a su amigo íntimo Krishna lo desafortunado y afligido que se siente por tener que hacer parte de una guerra donde debía enfrentarse a muerte con familiares, maestros y amigos; de hecho, recuerdo que cuando leí que se tenía que enfrentar con su amado abuelo me impresioné. En ese momento paré la lectura, quedé atrapado dentro de mis paradigmas mentales, y le dije a mi amigo: para mi es confuso y no me siento preparado para recibir una enseñanza espiritual en medio de ese contexto de una guerra familiar.
Recuerdo que, durante los primeros 5-7 años de la práctica de yoga, mi gran motivación era alcanzar más posturas, mayor flexibilidad física, pues quería demostrarme y demostrarle a los demás el avance que estaba alcanzando; cuando los maestro hablaban de filosofía o profundizábamos en pranayama y meditación, yo estaba distraído preguntándome en qué momento íbamos a empezar la práctica, quería sudar, contorsionarme. Afortunadamente tuve muy buenos maestros quienes, poco a poco durante las prácticas, fueron sembrando en mi las semillas de sabiduría de las escrituras que enseñan qué es Yoga.

Con el tiempo esas semillas brotaron en mi corazón y empecé a tener más interés en la práctica de meditación y en la filosofía del Yoga, comencé a consultarle a mis maestros sobre libros y textos que me permitieran profundizar en la comprensión de la ciencia del Yoga; me recomendaron biografías de maestros y libros del Yogui BKS Iyengar, en ese momento ya tenía una percepción más profunda de la práctica, no era solamente una cuestión del cuerpo y la mente, empezaba a saborear la esencia del Yoga.
Alrededor del año 2012 alquilé una casa amoblada en la montaña, esta tenía una gran biblioteca con diversos libros y discografía en vinilos; el dueño de la casa era un asiduo estudioso de diferentes filosofías del mundo y en la biblioteca había una sección de Yoga. Allí me encontré con la Autobiografía de un Yogui de Paramahansa Yogananda y varios libros de Bhakti Yoga de H.G. Bhaktivedanta Prabhupada Swami. Me pareció una linda coincidencia que en mi interior estaba este anhelo por estudiar más acerca del Yoga y la vida me había llevado a esta casa en donde encuentro esta colección de libros de Yoga.
Así que empecé a leer la Autobiografía de un Yogui y me atrapó su historia de santidad y autorrealización, al mismo tiempo leí la esencia del Hatha Yoga de Iyengar y los libros de literatura vedanta de Swami Prabhupada; en estos últimos se mencionaba al señor Krishna y sus historias y enseñanzas, por lo que ya empezaba a develar los misterios de la filosofía alrededor del Yoga y me sentí más inspirado en la práctica, cobraba más sentido el propósito de sostenerla. Sin embargo, seguía sintiendo incertidumbre, vacíos y dudas en lo que se estaba manifestando; entre más ahondaba descubría un universo más amplio del sentido y de lo que entrega la práctica.

En el 2013 decidí hacer una formación de Yoga. Dentro del contenido de la formación había un módulo de filosofía que se llamaba Bhagavad Gita. Por esos días participé por primera vez en un Kirtan -una práctica del Bhakti Yoga que consiste en meditación a través del canto de Mantras y música-, ese día cantamos nombres de la divinidad, entre ellos nombres el de Krishna, volvieron a sonar de mi boca esos nombres; esa práctica tuvo en efecto muy profundo en mi corazón, sentí una emoción muy pura y serena, fue asombroso cómo en unos minutos de este canto había logrado una sensación muy similar a la del shavasana: la postura final después de una o dos horas de Hatha Yoga.
Unos días después de esta experiencia del Kirtan, acompañé a una amiga a una tienda de productos ayurvédicos y me acerqué a los libros que vendían, y casualmente el primer libro que vi se titulaba el Yoga del Bhagavad Gita de Paramahansa Yogananda, y la portada tenía una imagen del Senor Krishna meditando, así que compre el libro sin pensarlo, no podía escapar de la sensación del Kirtan cantando el nombre de Krishna y la conexión que había tenido con Yogananda en su autobiografía.
Por esos días me fui de vacaciones y fue el momento perfecto para estudiar este texto sagrado. Yogananda hace en este libro una contextualización muy clara del momento histórico y del porque se había generado esta guerra. Antes de empezar con la narración del Bhagavad Gita, comprendí que esta guerra que se iba a librar en el campo de batalla de Kurukshetra es la guerra interna que todos libramos: la guerra de la mente y el alma.
La traducción de Yogananda es fácil de leer y de comprender razón por la cual me atrapó por completo toda la enseñanza; esta vez pude saborear el néctar de esta sabiduría porque tuve la disposición de abrir mi corazón y recibir la ciencia del Yoga como la instruye Krishna a su amigo íntimo y devoto Arjuna, en los momentos de duda y aflicción. En esta primera lectura recibí mucha realización y comprensión del propósito de la práctica de yoga, y de la misión de mi vida y mis relaciones.
Después de esta primera aproximación real al Bhagavad Gita tuve varias formaciones con maestros y estudiosos del texto sagrado, y siempre que me acerco al texto recibo más sabiduría y realización. Es un texto de consulta y estudio para toda la vida, las autoridades espirituales describen el Bhagavad Gita como la joya más preciada de toda la sabiduría Védica.
En el 2017 viajé a India y allá me di cuenta de que no era una epopeya; el campo de Batalla de Kurukshetra existe a 150 km al norte de Nueva Delhi y la tradición sostiene viva las enseñanzas de los textos sagrados, eso hace que India sea una potencia espiritual y la meca de grandes sabios, yoguis y devotos. Desde entonces, empecé a buscar diferentes traducciones y hoy los dos libros que me acompañan permanentemente son las traducciones de Swami Sivananda y Swami Prabhupada, son textos muy completos con el Bhagavad Gita en Sánscrito y comentarios que amplían el significado de este antiguo lenguaje que reúne tanta información en pocas palabras.
El viaje continúa, tengo la absoluta certeza de que el Gita seguirá guiándome a un estado de consciencia pura y entregándome la verdad de mi esencia espiritual; en este texto sagrado seguiré encontrando luz en los momentos de duda y desesperanza, ya que “todo el propósito del Bhagavad Gita es el revivir la relación eterna entre el alma individual y el alma suprema”.
Desde el lugar más sincero y amoroso, dispongo mi ser para compartir y acompañar a todas las personas que quieren emprender el estudio de la ciencia sagrada del Yoga: la unión con el Ser Supremo.
Camilo Reyes