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Crear clases que sirvan

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Crear clases que sirvan.


Casi todos los practicantes de Yoga nos enfrentamos, en algún momento, a la invitación de enseñar: alguien quiere conocer más sobre nuestra práctica, un amigo quiere probar o algo así, y entonces, de repente, habitamos el rol del maestrx. Es una invitación maravillosa pero de alto riesgo. Algunas personas saltan de inmediato a la oportunidad otras se tardan un rato. No importa. Igual, aunque nos sentemos en la silla del maestrx por un rato, la verdad es que seremos practicantes toda la vida. Entonces tomamos el riesgo. Damos “una clase de yoga”.


Lo hacemos con cuidado (es lo mínimo, ¿no?) y lo más probable es que imitemos las instrucciones de nuestros profesorxs preferidos, aquellos a quienes más hemos escuchado. En la mayoría de los casos, en esas primeras clases todo sucede bien, la práctica es más poderosa que la persona que está en el rol de enseñar y la gracia hace que funcione. Sin embargo, cuando uno es un practicante curioso, pasar por esa silla del maestrx hace que surjan preguntas. ¿Cómo encuentro mi estilo? ¿Qué tengo para ofrecer en el rol de profesor? ¿Cómo puedo organizar mis clases? ¿Para qué quiero que sirvan mis clases?


Esta última es para mí uno de las preguntas centrales. El rol del maestro es un rol de servicio, no un rol performático. Esto es no estás ahí para dar un espectáculo, estás allí para servir al otro. Puede parecer una pregunta utilitaria pero es fundamental: ¿Cómo puedo servir mejor? porque, si vamos a enseñar yoga, es porque queremos que las personas sientan que la práctica les sirve: que salen de la clase renovados y que algo especial ha ocurrido en ese periodo de tiempo. ¿Cómo crear entonces clases transformadoras de esas que nos enamoraron de la práctica? Por supuesto los caminos para responder esta pregunta son ilimitados, pero hay tres aspectos que vale la pena considerar en la planeación (esto es, lo que sucede antes de la clase): la comunicación, la temática y la secuencia.


La comunicación como un ejercicio permanente. Aprender a dar instrucción para transformar en palabras una práctica de movimiento es un arte. En nuestra experiencia como practicantes hemos escuchado instrucciones que cambiaron para siempre nuestra práctica y también instrucciones que nos dejaron pensando “de qué cojones habla este profesor”, nuestra meta es dar las primeras, que cada palabra esté en la práctica porque es necesario (el silencio siempre funciona) sea clara, y facilite el trabajo del practicante.



La temática porque nos ayuda a convertir el Hatha Yoga, la práctica postural moderna de yoga, en un laboratorio para explorar en el cuerpo la infinidad de ideas que pasan por nuestra mente. Los temas son el pretexto para que los practicantes encarnen sus emociones y pensamientos a través de la acción.


Y la secuencia, porque la práctica de yoga está basada en la danza de la pose y el reposo. Aunque la organización de las asanas en una secuencia es un arte con posibilidades muy abiertas, hay guías basadas en la experiencia y la anatomía. Además, la tradición del hatha yoga nos ofrece múltiples caminos de exploración con secuencias clásicas establecidas que se han sostenido por décadas.


Reflexionar sobre nuestra forma de comunicarnos, planear un tema que traiga nuestro poder del conocimiento a la práctica y secuenciar las posturas con consciencia e inteligencia nos permite organizar clases con contenidos y estructuras claras que busquen ese transformador balance entre consciencia y gozo. Tres caminos de los miles que nos ayudan a servir mejor.


Alejandro Convers

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